viernes, 5 de abril de 2013

El Eco y el Borracho



En Noche Oscura y brumosa
tan achispado iba Antón,
que cayó de un tropezón
en la acera resbalosa.


Soltó un feo juramento
diciendo: ¿quién se cayó?
Y en la pared del convento
repercutió el eco:
- "Yo".

- ¡Mientes! Fui yo quien caí;
y si el coco me rompí
tendré que gastar pelucas...
- ¡Lucas!

- No soy Lucas, ¡válgame a Dios!
Vamos a vernos los dos
ahora mismo farfantón.
-¡Antón!

- Me conoces, ¿eh tunante?
Pues aguárdame un instante,
conocerás mi navaja...
-Baja

- Bajaré con mucho gusto
¿Te figuras que me asusto?
Al contrario, más me exalto...
- Alto.

- ¿Alto yo? ¿Piensa el osado
que en este pecho esforzado
el valor ya está marchito?
- ¡Chito!

- ¿Y pretende el insolente
mandar callar a un valiente?
¿Qué calle yo Miserable?
- Hable.

- Hablaré, por vida mía,
hasta que tu lengua impía
con este acero taladre.
- ¡Ladre!

- ¿Ladrar? ¿Soy perro quizás?
¿Dónde villano do estás
que de esperarte me aburro.
- Burro.

- ¿Burro yo? Insulto tamaño,
vengaré de un modo extraño,
el momento es oportuno...
- Tuno.

- ¿Mas dónde está el majadero
que me toma por carnero?
Responda. ¿Dónde se encuentra?
- ¡Entra!

- Sal tú, si no eres cobarde;
y apresúrate, que es tarde.
A pie firme aquí te espero.
- Pero…

- No hay pero que valga, ¡flojo!
Sal, que ya estoy viendo rojo
y ansío tenerte en frente...
- Entre.


- ¿Pero dónde estás? repito,
que estoy oyendo tu grito,
y tu ausencia ya me admira.
- Mira.

- Si miro, ¡ pero qué diablo!
No puedo ver con quien hablo,
pues no aparece ninguno.
- Uno.

- Uno o cien, lo mismo da;
que salga, que salga ya.
Lo aguardo. Aquí me coloco
- Loco.

- ¿Así te burlas de mí?
¿Quién eres? quién eres, di,
No me hagas perder la calma.
- Alma.

- Mas si eres un alma en pena,
¿cómo no oigo tu cadena?
Basta de broma, concluye.
- ¡Huye!

- No tal; no me iré de aquí
sin saber quien me habla así.
Dime siquiera tu nombre.
- Hombre.

- ¿Pero estás vivo o difunto?
Aclara bien este punto,
que a mí ya nada me asombra.
- ¡Sombra!

- Una sombra ¡y la insulté!
Perdóname que tomé
cuatro copas con bizcocho.
- Ocho


- ¿Ocho dices? No, pardiez.
Serían siete tal vez:
Una fue para Ramona.
- Mona

- No hubo Mona, no señor.
Me puso alegre el licor,
Y a Ramona también.
- Bien

- El vino apenas probé,
Y sin embargo gasté
Cuatro pesos con cincuenta.
- Cuenta

- Contaré si así lo quieres
Pero hablar de las mujeres…
Ramona a enojarse va.
-¡Bah!

- Fue en el bodegón del puerto,
Todos dormían por cierto,
y estuve con ella sola.
- ¿Sola?

- Sí, sola, sola, solita;
Porque teníamos cita
Pero no me le acerqué-
- ¿Qué?..

- No me le acerqué, te aseguro,
Por mi salvación lo juro,
Son testigos los durmientes.
- Mientes.

- Sombra que todo lo sabes
Despídeme cuando acabes,
Que por mi parte acabé.
- Ve.


- Prometo no más beber,
No más mujeres querer,
Santa Sombra veneranda.
- Anda.

­Marchose Antón al momento,
Y en su casa confió a su esposa,
Que una sombra pavorosa,
en la acera del convento
le había hablado. ¡Y no era cuento!


Francisco de Añón

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